Desnúdame con tu mirada,
detén las yemas de mis dedos que se deslizan hacia tu bajo vientre,
abrázame fuerte,
apaga ese volcán en erupción que me hace palpitar el corazón-sexo,
crece lentamente,
cógeme de los cabellos y haz que rece entre tus piernas,
alimenta mi boca con tu esencia,
mírame,
dime que me quieres.
I Labios arrugados blancos de tanto esperar algo de ti es como tocar la puerta del Inferno rojo, desangrante, cabezas mutiladas en el sinfín de pensamientos crudos y fríos como la piel esparcida alrededor de tu ombligo. II La música penetra mis orificios dilatados. El humo psicodélico. La forma de las hojas, invitándome a seguir su baile. El sol aclara tus cabellos, tus párpados entrecerrados que tiemblan cuando me acerco.
Tu cara eyacula lágrimas desde mi cuello uterino mientras tu músculo se enerva imponente, ¿nos hemos visto antes?
Y si no es así, quédate. Haz que mis sentidos se desangren una y otra vez, hasta que tu aliento se confunda con los gritos de mi garganta. Hasta que en mis ojos solo se refleje la curvatura de tus labios, por los que me vuelvo loca, y se agranden extasiados, esperando el temblor de tu cuerpo.